Editorial
LA NUEVA OTAN Y LA IZQUIERDA 'ANTISIONISTA'

 

El Tratado de Acuerdo Nuclear firmado por los dos presidentes de Rusia y EEUU este fin de semana es perfectamente coherente con las recientes declaraciones efectuadas por el secretario de la Otan, el danés Anders Rasmussen, en su reciente visita efectuada a la ciudad de Moscú.
Tras haberse reunido sucesivamente con el presidente Medvediev y con el premier Putin, manifestó que, puesto que su organización ha cambiado de objetivo, en tanto que ha dejado de existir la URSS, ahora la razón por la que existe es otra y de la cual bien puede participar ahora el ex régimen comunista. En efecto, Rusia había tímidamente aceptado meses atrás que por su espacio aéreo fuesen transportados pertrechos bélicos hacia el vecino Afganistán, aunque por el terrestre pudiesen llevarse sólo los no militares para las tropas que allí combaten, tales como las imprescindibles birra para los alemanes y la pastasciutta para los italianos; ahora al parecer no solamente ampliará esta misma autorización también respecto de lo que se permitía antes únicamente por el aire, sino que Rusia -y henos aquí ante el hecho realmente revolucionario- enviará efectivos militares a luchar contra el talibán.
Se cae entonces un viejo mito. La Otan que había sido constituida para luchar contra el bloque comunista del Este, ahora en cambio es la organización que combate contra un enemigo diferente, el fundamentalismo islámico, representado principalmente por el movimiento talibán en Afganistán y Pakistán y Al Qaeda en esos mismos países, pero también en Irak, Somalia, Yemén, el Magreb, hasta llegar a un mismo inconveniente del que participa la misma Rusia y que es lo que explica el ingreso pleno a esta nueva guerra, que es la rebelión que esta misma organización está llevando a cabo en el Cáucaso a través del Emirato recientemente constituido y que opera en Chechenia, Dagestán e Ingushetia principalmente.
Pero también se termina definitivamente el mito impuesto por una serie de intelectuales de origen stalinista, habituados a servir a Moscú y que en los últimos tiempos, tras haber quedado huérfanos de dicho régimen con el triunfo de la línea pro-yanqui de Yeltsin (1) habían centrado grandes esperanzas en la figura de Putin creyendo que éste sería el nuevo Stalin que habría de restaurar el régimen del 'socialismo en un solo país' (2). Sería muy larga la lista de los mismos ya que el oro de Moscú fue muy generoso en su momento, pero queremos referirnos aquí a algunas figuras que en los últimos tiempos han adquirido espacio en una gran prensa 'alternativa', olvidando ésta su origen y dejándose muchos de tales medios impresionar por una pretendida prédica antisionista, totalmente funcional a los objetivos por ellos planteados, y en última instancia, sin que lo percibiesen, también funcional a los intereses del mismo sionismo. Entre esta gran lista interminable queremos referirnos a tres de ellos en particular, el francés Roger Garaudy, el ruso judío Israel Shamir y el argentino Norberto Ceresole. Empezaremos por este último por ser quizás el más paradigmático, aunque con la desventaja de que, al haber fallecido hace unos años, no ha por lo tanto podido tomar postura ante estos últimos acontecimientos tan significativos. Ceresole fue uno de los principales jefes de la organización Ejército Revolucionario del Pueblo, la cual, si bien de origen trotskysta, había evolucionado abiertamente hacia el stalinismo. Bien sabemos que la diferencia entre estas dos vertientes del bolchevismo, devenidas luego en irreconciliables, estribaba en que mientras que Trotsky sostenía la necesidad de una internacional comunista independiente de cualquier Estado para evitar el desvío de los interese del proletariado hacia los intereses de una casta burocrática, Stalin en cambio consideraba que su triunfo pasaba por la victoria política y económica de la Unión Soviética en el mundo. Ahora bien el comunismo cuando estuvo en el poder en aras de tal objetivo utilizó siempre dos fachadas diferentes que operaron en distintas naciones con el mismo objetivo. Una pacífica representada por los distintos Partidos Comunistas locales que actuaban como filiales de los intereses económicos y políticos de Moscú (3) y otra insurreccional representada por un conjunto de movimientos guerrilleros, tales como las FARC en Colombia y el mismo ERP (en sus dos vertientes) en la Argentina (4). Es de recordar al respecto que Ceresole, quien representaba la vertiente 'pro peronista' de tal organización, vinculada con el Movimiento Montonero, fue obligado a exiliarse tras el golpe militar del 76' y en su estancia en la URSS fue nombrado miembro emérito de la Academia de Ciencias de Moscú. Debido a sus vínculos con el peronismo fue utilizado para establecer contactos con diferentes regímenes de extracción populista del mundo islámico. Sin embargo es dable señalar que, cuando en 1989 el stalinismo bolchevique se derrumba, dicho sector no por ello desapareció sino que siguió actuando, aunque modificando en gran medida el propio mensaje por razones tácticas. El nuevo discurso stalinista consistió en concebir la caída de la URSS como un acto de complot internacional en el que vincularon por igual a diferentes sectores. Ubicaron junto a la dirigencia norteamericana que habría prohijado dicha conjura a antiguos trotskystas, los cuales habrían canalizado su odio contra la URSS colaborando con sectores de la derecha conservadora y especialmente al sionismo internacional el que no le habría perdonado a la dirigencia rusa haber colaborado con los palestinos de Arafat y por supuesto en dicha prédica también los ataques han ido dirigidos en contra del fundamentalismo islámico que fue quien en última instancia los derrotó en 1989. Al respecto el ruso Shamir insiste en sus escritos en decirnos que en realidad quien pergeñó toda la intriga en contra de la URSS fue el trilateralista sionista Brezynsky (un ex trotskysta en su juventud) quien en un reportaje habría 'confesado' que ellos hicieron caer en la trampa a los soviéticos haciéndolos entrar en la guerra de Afganistán y que los talibanes eran sus agentes, lo mismo que Bin Laden. Pero digamos que tal 'confesión', además de no ser para nada de una fuente confiable, puede perfectamente haber sido hecha con la finalidad de desprestigio hacia el fundamentalismo, de lo cual la izquierda antisionista se hace eco con mucha facilidad. Ceresole en esta misma política de menoscabo del fundamentalismo al que pretende también convertir en un instrumento del sionismo judío califica de montajes los atentados de la embajada de Israel y la Amia. Sus argumentos son los mismos que los empleados para descalificar los ataques del 11S, aunque con un condimento de lo más grotesco. El sionismo habría según él efectuado tales atentados con la finalidad de hacerlo caer al presidente Menem, el cual por su origen sirio no les resultaba confiable (5). La realidad es que tales sectores que en sus múltiples escritos no han hecho más que alabarlo a Putin como el nuevo Stalin de los tiempos por venir (aunque con seguridad luego de los acontecimientos antes mentados se les debe haber terminado el libreto) lo que pretenden en unanimidad es descalificar al único movimiento que hoy hace verdaderamente frente a los EEUU y por extensión al mismo stalinismo, que es el fundamentalismo islámico con la vana pretensión de convertirlo en un agente del primero. El caso más significativo es el del francés Roger Garaudy, en una época el principal intelectual stalinista que había en Francia, hoy convertido en un autor declaradamente anti-judío y negador del Holocausto. Pero si ahondamos en su obra principal El mito fundacional del Estado judío vemos el carácter puramente circunstancial de su anti-judaísmo. Él, simultáneamente con el sionismo, rechaza también una obra esencial en el esclarecimiento de la prédica disolvente de Israel, cual es Los Protocolos de los Ancianos Sabios de Sión, en la cual lejos de juzgarse al judaísmo como el producto de la sociedad capitalista, es decir tal como lo describiera Marx en sus escritos juveniles, se lo consideraba como algo más importante, como el promotor de la modernidad y de su materialismo, respecto de la cual, junto al mismo capitalismo, es el comunismo una de sus peores expresiones.



(1) Resultaron muy significativas en su momento las declaraciones efectuadas por el premier ruso Boris Yeltsin, tras haber visitado los EEUU: "Lamento no haber nacido norteamericano".
(2) Aunque por el lado de una cierta 'derecha' alternativa y peronistoide se lo consideraba a Putin como el gestor de una fantasía denominada 'Eurasia' que sería, de acuerdo a ciertos escritores geopolíticos inspirados en Haushofer y Schmitt, el imperio de la tierra que lucha contra el del mar representado por EEUU e Inglaterra. Hoy por el contrario, a pesar de estas calenturientas elucubraciones, los dos 'imperios' están estrechamente unidos para luchar contra un enemigo común.
(3) Al respecto es dable señalar que, mientras que por un lado el ala insurreccional regenteada por Moscú en la Argentina se expresaba a través del ERP en la época de los gobiernos militares, la 'legal', representada por el Partido Comunista vernáculo, cantaba alabanzas al régimen de Videla porque le vendía trigo a la URSS.
(4) La absoluta dependencia del ERP respecto de los intereses concretos de Moscú fue señalada abiertamente en sus Memorias por su fallecido líder Enrique Gorriarán Merlo. En relación al ataque efectuado por su organización en febrero de 1989 contra el regimiento de La Tablada, manifestó que de haber sabido que la URSS, su Estado mentor, iba a caer unos meses después, no lo habría hecho.
(5) Causa vergüenza ajena que en la Argentina, luego de tal análisis nefasto nunca corregido, puedan haber sectores que todavía estén reivindicando a tal figura. Si hubo alguien servil al sionismo y a los EEUU con quien manifestó estar en relaciones carnales fue justamente Menem al cual por haber enviado fuerzas armadas a combatir en la primera guerra de Irak, gracias a tal carnalidad, fue luego castigado con los aludidos atentados. Se efectuaron en tal país, además del hecho antes señalado, por dos otras razones irrebatibles. 1) Por contar con una de las más importantes colectividades judías fuera de Israel y 2) por la facilidad con la que puede operar una fuerza terrorista debido a las grandes falencias en su sistema de seguridad al alcance y constatación de todo el mundo.

 

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