AL QUAEDA ESTÁ GANANDO LA GUERRA

 

La guerra que la organización de Osama Bin Laden viene desarrollando en contra de los EEUU y del ‘mundo libre’ desde 1993 tras la victoria de Mogadiscio (1), ha dado frutos impensados.

Hoy a casi 17 años de tal acontecimiento la situación puede perfilarse de la siguiente manera. Antes del 11S del 2001 Al Qaeda era una simple organización militante sin mayores relieves y Bin Laden era un ilustre desconocido para el gran público. En la actualidad se impone en Afganistán, en alianza con el movimiento talibán, ha establecido una base operativa en Pakistán ejerciendo un control en las provincias del noroeste que limitan con Afganistán, sigue dando batalla en Irak a través del Estado Islámico, en Somalia por medio de la milicia de Al Shabaab controla el centro y sur del país, expandiéndose peligrosamente hacia los vecinos Puntland, Somalilandia y Kenia; tiene en conmoción el norte del África a través de su filial del Magreb y nos podríamos seguir extendiendo mucho más, sin descuidar el nuevo frente de batalla recientemente abierto en Yemen, lugar en donde con mucha probabilidad, tal como veremos, EEUU estará obligado en corto plazo a iniciar una nueva invasión.

Con respecto a la relación existente entre el gobierno norteamericano y la red de Al Qaeda podría decirse lo siguiente. Bajo el régimen de Bush la táctica había sido ésta: por un lado a una cierta opinión pública enamorada de la democracia y el liberalismo se la conformaba diciéndose que la organización estaba derrotada ya que, luego del atentado de Londres en 2005, no había habido ninguna acción terrorista significativa en el Occidente y la lucha debía desarrollarse directamente en lejanos reductos especialmente ubicados en las provincias pakistaníes de Waziristán y Baluchistán en donde estaría escondida su cúpula a la que había simplemente que capturar y para lo cual resultaban suficientes los bombardeos inteligentes que matan a terroristas pero dejan vivos a los civiles inocentes. Es de destacar que esta misma postura sería la desarrollada por el sucesor de Bush, Obama. Éste fue más claro todavía: no habló más como su antecesor con circunloquios para referirse a su enemigo, no utilizó más los términos de ‘fascismo islámico’ o ‘terrorismo internacional’ para explicar esta guerra, sino que dijo que el objetivo último de todas las acciones norteamericanas era terminar con Al Qaeda.

La segunda táctica empleada para disminuir el alcance de la misma ha sido la famosa teoría montajista de la cual han participado diferentes voceros principalmente de la izquierda para los cuales esta organización era nada más que el producto de los mismos norteamericanos que la utilizaban como una excusa para desplegar intervenciones militares por el mundo entero. (1) Ya que sea el suscripto como Marcos Ghio hemos escrito mucho en su momento poniendo al descubierto la falsedad de tal postura, totalmente funcional a los mismos intereses  que dice combatir, no entraremos en mayores detalles respecto de la misma, simplemente nos remitiremos ahora a refutarla poniendo en evidencia lo que ha sucedido en los últimos dos meses.

El atentado de noviembre pasado en la protegidísima base militar de Fort Hood en Texas en donde murieron 14 soldados yanquis y otros 38 resultaron heridos, a manos de un miembro de la organización que se había infiltrado fue el primer mentís al optimismo anterior de Bush como a su funcional teoría montajista. La segunda acción fue el fallido atentado de navidad en un avión de línea con casi 300 pasajeros, llevado a cabo por un miembro nigeriano de la organización. Por más que el ataque fracasara, la acción ha servido en un doble sentido. Por un lado ha puesto en evidencia la falencia de los sistemas de seguridad vigentes aumentando de esta manera la sensación de angustia de los occidentales modernos para quienes bien sabemos la vida es el valor supremo, incluso para la religión que prima en su actual contexto cultural. Esto obliga también a incrementar los gastos en las medidas de precaución haciendo cada vez más engorroso y complicado viajar en avión. Estas dos acciones demostraron así que Norteamérica sigue siendo un territorio inseguro y un blanco aun posible para los ataques de Al Qaeda.

Pero la tercera ha sido la más impactante y efectiva de todas aunque no se desarrollara en ningún territorio occidental. Decíamos al comienzo que la meta que se había fijado Obama para su guerra era la desarticulación de tal red con la captura o muerte de sus principales dirigentes. Pues bien, justo en la finalización del año un médico jordano que había logrado infiltrarse en la misma CIA se inmoló como kamikaze eliminando a la plana mayor de tal organización encargada especialmente de la captura de Bin Laden y Al Zawahiri.

 

Perspectivas actuales

Grandes dolores de cabeza se le plantean pues a Obama en lo inmediato. El atentado contra la base Chapmann en el que murieran los principales agentes de la CIA encargados de desarticular a Al Qaeda ha puesto en el tapete una cuestión que había tratado de postergarse ilimitadamente cual es la intervención directa en Pakistán, país que ya tiene armas nucleares, a diferencia del inofensivo Irán que las tendrá con suerte en 9 años. Hasta ahora la estrategia había consistido en efectuar bombardeos inteligentes en los cuales se decía que se estaba desarticulando a la red en tanto que se mataba a sus principales dirigentes. Sin embargo el aludido ataque fue hecho en la provincia de Khost que se encuentra en la misma frontera de Pakistán. Se ha sabido que Al Balawi, el médico kamikaze jordano, venía de tal lugar y en el video que se propaló luego de su muerte aparece al lado de Haktimullah Mehsud, el líder talibán pakistaní, vinculado a su vez con la red Haqqani, de estrecho contacto con Bin Laden.

La disyuntiva es pues entonces profundizar la presencia yanqui en Pakistán, para lo cual tropieza con el mismo gobierno de tal país que ha protestado varias veces por la violación de su espacio aéreo que significaron esos bombardeos inteligentes que al final demostraron ser ineficientes. Por lo tanto la guerra tenderá a expandirse a tal país con las severas consecuencias que traerá.

Pero el problema no termina aquí. Se ha sabido que los dos atentados anteriores no partieron desde Pakistán, sino desde otra base que ha abierto Al Qaeda en la república de Yemen, justo frente a la sublevada Somalia, controlando ambos países el estrecho de Ormuz que regula el tráfico petrolero mundial. Los dos atentadores, el mayor Hassan y el nigeriano Faruk, habían estado en Yemen o en contacto con clérigos de tal origen. A su vez el gobierno de tal país es prácticamente inexistente pues se encuentra jaqueado por una rebelión chiíta en el norte y por un movimiento separatista en el sur. Al Qaeda se aprovecha de tal situación y ya ha establecido un movimiento de contingentes entre Yemen y Somalia. No le queda a Obama pues otra alternativa que una cuarta guerra. Ya ha ensayado un bombardeo inteligente, pero el resultado del mismo fue la represalia con el fallido atentado de Detroit.

La guerra tiende así a profundizarse y es de esperarse importantes acontecimientos en estos días. Mientras escribimos estas líneas el movimiento talibán acaba de sembrar el caos por 4 horas en la misma ciudad de Kabul por una acción de apenas unos 20 kamikaze que tomaron los principales ministerios del país. En lo sucesivo cada día que pasa se escribirá un nuevo capítulo. Ésta es la razón por la que estos reportes se elaboran ahora con más periodicidad. Escribimos estas cosas tan importantes mientras que en países como la Argentina se discute sobre quién debe elegir al presidente del Banco Central. En fin, cada cual tiene el destino y los políticos que se merece.

 

(1) Se recuerda que en tal año, en una acción armada de los islamistas somalíes, fue aniquilada una fuerza norteamericana ‘pacificadora’, paseándose por las calles de tal ciudad los cuerpos sin vida de varios marines; tras lo cual el presidente Clinton, en una medida insólita, resolvió retirar a sus fuerzas del país. Esto le hizo decir en su momento a Al Zawahiri, nº 2 de Al Qaeda, artífice de tal operativo, que derrotar a los EEUU era más fácil de lo que les resultó hacerlo con los rusos en Afganistán, pues se trataba de un verdadero ‘tigre de papel’.

(2) Las razones por las que la izquierda, sea pro-rusa como pro-china o trotskysta, acude a la hipótesis montajista es perfectamente comprensible. Ellos quieren seguir siendo la alternativa a los EEUU y no admiten que pueda aparecer otra fuerza que ocupe su lugar. Esto es lo que explica que en nuestro continente por ejemplo, sea Fidel Castro, como el recientemente autoproclamado marxista leninista Chávez, adhieran a la misma. Más incomprensible resulta que ciertos sectores que no pertenecen a tal espectro la sostengan, incluso con argumentos inverosímiles. Días pasados uno de sus principales promotores en la Argentina, Adrián Salbuchi, polemizando con nuestro colaborador Marcos Ghio, había dicho que la funcionalidad de Bin Laden con la política yanqui estaba demostrada entre otras cosas por el hecho de que su papá era íntimo amigo de Bush. Lo cual sería lo mismo que decir que Marx en realidad era monárquico y católico porque se casó con la hija de un aristócrata.

 

Walter Preziosi

18/01/10


 

 

 

 

 

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